Se elevaba el humo de las llamas de Notre Dame hacia el cielo y las lágrimas de Victor Hugo no fueron suficientes para calmar la ira del fuego, mientras el maestro Fulcanelli observaba con estupor la muerte de Europa, el alma que se derramaba.
Se elevaba el humo de las llamas de Notre Dame hacia el cielo y las lágrimas de Victor Hugo no fueron suficientes para calmar la ira del fuego, mientras el maestro Fulcanelli observaba con estupor la muerte de Europa, el alma que se derramaba.
Se me funde el alma en la hoguera de la vergüenza y se siente atrapada en la barbarie, entre el asco y la inmundicia que resulta mucho más espesa que los restos que se precipitaron en los caudales abiertos con el beneplácito sádico y demoniaco de los que voluntariamente decidieron matar y arrasar nuestras tierras, tierras mantenidas, conservadas y glorificadas con sus frutos por todos aquellos que durante generaciones amaron y supieron conservar el espíritu de la naturaleza. Me doy cuenta de mi inanidad ante tremendo crimen, como supongo que nos sentimos muchos más que miles. No existe palabra precisa ni gesto adecuado para expresar semejante crueldad, más allá de lo imaginable, mucho más allá de la razón.
Todos sabemos quiénes fueron los culpables y aun así escuchamos sus palabras, pero sólo recibimos en ellas más castigo a la conciencia, más amargura y, lo peor, permitimos que sigan jugando con nuestras lágrimas intentando moldear a su gusto y pericia los instintos, las condiciones humanas más sagradas que sustentan nuestra humanidad.
Habrá que salir a las calles a decidir nuestro futuro porque nos lo están eliminando con saña, como cirujanos laboriosos y perversos que cercenan con bisturí lo que no conviene que es ni más ni menos que nuestra libertad. Libertad que significa pensamiento, libertad que significa arte, significa desarrollo personal, social y tantas otras cosas de las que requerimos para SER.
Sabido es para las personas con suficiente cultura o interés lo que la historia ha hecho con España. No voy a extenderme en este tema porque tan solo soy periodista, no historiadora. Tenemos una amplia colección de libros y de autores que nos hablan extensamente y con documentos que les acreditan, en fin, no voy a ser yo quien les dé crédito, un crédito que tienen por si mismos, sin que yo tenga que acreditarlos.
¿Qué está pasando en España que la vendemos por porciones?. ¿Vamos a seguir dejando que Marruecos bajo la connivencia del gobierno español se apodere de Canarias?. ¿Vamos a seguir ladeando la cabeza para no ver lo que está pasando?. ¿Que los bancos españoles vendan sus sucursales extranjeras?. ¿Que Telefónica, empresa líder española vaya a ser vendida a Alemania?.
¿Qué nos está pasando a los españoles?. Debe ser que nos hemos acostumbrado a la mascarilla e incluso nos gusta para no expresarnos y dejamos que RTVE nos inocule el veneno somnífero con el que que el Gobierno de Sánchez y sus adláteres (inclusos peinados a lo chino antiguo) decidan para acabar con nuestro país a precio de saldo y que el pueblo español no hable, no se mueva.
Abandonamos a los ancianos en sus residencias, sin asistencia sanitaria, y solo soltamos unas lágrimas ante los micrófonos de los vendidos medios de comunicación. No sabemos quiénes están en las Unidades de Cuidados Intensivos porque no nos interesamos de abrir una pequeña ventana para saber si nos dicen la verdad, aunque haya sanitarios que expresen su protesta ante la manipulación de las cifras y, de lo que es peor, de sus puestos de trabajo.
Los padres no se interesan de que sus hijos tengan ambulatorios para su atención (será que no es posible asistirlos con tanto trabajo), dejamos que amigos y familiares mueran de graves enfermedades sin preguntarnos por qué no fueron atendidos y, además, evitamos abrazarnos, no sea que con el abrazo hayamos decidido extenderlo para convocar una manifestación.
Y nos tragamos que las cifras de muertos las cuantifiquen los servicios funerarios y luego se las regalen al "bicho". ¿Qué está pasando en España que los españoles no nos la merecemos?
Este portal dedicado a la poesía la ha dejado de lado para mostrar la repulsa e indignación (el asco) que me produce este Gobierno, esta clase política que nos lleva inexorablemente a la ruina. Empresas, comercios, hostelería cerrados y los pretendidos ERTES no llegan a nadie. Perdonen, pero además de ser un insulto es una falacia coordinada para someternos, doblegarnos y arruinarnos.
Quien esté detrás de todo este entramado me empieza a traer sin cuidado porque lo que me repugna es que españoles que ocupan el Congreso, las Autonomías y el Senado que nos dirigen con sus leyes hechas a medida para sus coartadas se estén riendo de nosotros a mandíbula batiente y, eso sí, cobrando los sueldos a su medida para salir indemnes de toda su mentira y poder vivir del lujo a costa de nuestra miseria.
Pero la codicia es mala consejera y bajo los cimientos de sus bellas casas ya hay muchos muertos, y en sus camas, en sus almohadas, no podrán dejar de escuchar los latidos desesperados de los niños con hambre y de las mujeres y hombres desahuciados, que solo tienen tiempo para esperar su turno en una cola interminable con el único fin de poder acaparar algo para alimentarse.
Si ustedes, señores políticos, supieran lo que es la ternura del pan y el agua de un botijo...caerían muertos de envidia.